La siguiente etapa fue un desafío para todos, la idea era que se intercambiaran los tejidos con otros distantes (no el amigo con el cual uno llegó y conoce bien, alguien que este en otro lugar en la ronda…). Cada uno intentó continuar cómo pudo el tejido que otro comenzó a su manera. Así fue que se multiplicaron los maestros y los aprendices, era una tarea difícil pero el buen humor y la simpatía inundaron la tarde.
Luego de tan hermosa proeza de entretejido colectivo, y para reflexionar sobre la misma, les propuse escribir y/o dibujar una hoja del Libro de artista que estoy haciendo con la experiencia de cada Encuentro. Hicimos circular las hojas en la ronda, pudimos conocer las ideas y pensamientos que quedaron en el papel.
Finalmente estábamos todos bastante cansados así que el cierre, con un dibujo hecho de todos los tejidos lo imaginé yo y rápidamente Valeria y Laura me ayudaron a armarlo sobre el piso, en el centro de la ronda, una espiral hacia el infinito…